Cuando yo nací era muy chica. Tan, tan chica, que todavía no tenía lugar en mí para guardar ni una sola palabra. Por eso no sabía hablar y menos que menos, escribir. Pero de a poco empecé a escuchar sonidos que significaban algo, y al mismo tiempo comencé a crecer. Y fue habiendo más espacio en mí y las palabras se me empezaron a acercar. Me salpicaban desde todas partes como gotas de agua y yo me las quedaba, porque sabía que había cantidad suficiente para todos. Adela Basch